Todo el mundo está hablando de cruceros. Según los CDC, los casos de COVID-19 en cruceros se han multiplicado por 30 en las últimas dos semanas. La cobertura de los medios incluye muchas citas de representantes de líneas de cruceros que han minimizado el peligro, así como historias de pasajeros cuyas vacaciones salieron mal debido a brotes en todo el barco y puertos cerrados. Notablemente ausentes están las voces de las personas trabajadoras de cruceros que limpian baños, cambian camas y sirven comida a bordo.
En respuesta, Lissette Márquez, ex trabajadora de cruceros e integrante del Comité de Defensa del Migrante (Comité) del CDM, escribió un artículo de opinión esta semana en The Washington Post.
Después de graduarse de la universidad, Lisette pensó que se estaba embarcando en la oportunidad perfecta para el verano: la oportunidad de viajar mientras servía mesas en un crucero con una visa de trabajo temporal C-1/D.
Pero la realidad que detalla en su artículo de opinión, “Los cruceros nunca han sido más peligrosos para las personas trabajadoras”, está lejos de lo que le habían prometido. Lissette se encontró con el robo de salarios, la intimidación y la enfermedad en medio del océano: no había a dónde ir.

Miles de personas trabajadoras son reclutadas internacionalmente para trabajar bajo oscuros programas de trabajo temporal como la visa C-1/D que ofrece protecciones laborales débiles y una supervisión gubernamental inadecuada.
Necesitamos un modelo basado en valores para la migración laboral que corrija los desequilibrios de poder, uno que centre las voces de las trabajadoras como Lissette. Independientemente de su industria, categoría de visa o lugar de trabajo, cada personas trabajadora debe ser tratada con dignidad y respeto.