Cada año, cientos de miles de personas son reclutadas para trabajos de temporada en agricultura, paisajismo y procesamiento de productos del mar. En tan solo 3 días, conocimos a 5120 de ellas.

El domingo pasado, nos dirigimos de la Ciudad de México a Monterrey, en donde se procesan la mayor cantidad de visas H-2 en el mundo y nuestra última oportunidad de llegar a las y los trabajadores en persona antes de que lleguen a sus lugares de trabajo en los Estados Unidos.

Estuvimos en fila con miles de personas trabajadoras afuera del Centro de Atención a Solicitantes (CAS) del Consulado de los EEUU en Monterrey, donde las equipamos con información sobre sus derechos y Contratados.org, nuestro Yelp++ para las y los trabajadores migrantes.

Viajan desde sus estados de origen en todo México, incluyendo Oaxaca, Chiapas, Nayarit, Hidalgo y Puebla, para irse a la jardinería en Maryland, recortar campos de golf en Denver, plantar pinos en Michigan, cosechar tabaco en Carolina del Norte.

Las imágenes eran asombrosas. Si quieren comprender la discriminación descarada basada en el género en los programas de trabajo temporal, no hay que ir más allá del CAS. El martes, por ejemplo, no vimos más de 20 mujeres en una fila de más de 3000 trabajadores.

El uso de visas H-2 se está expandiendo rápidamente. Hubo un aumento del 22.7% en el número de solicitudes H-2A para trabajos agrícolas en el primer trimestre del año fiscal 2019 en comparación con el mismo período del año anterior. La semana pasada, el DHS aprobó 30,000 visas H-2B para industrias no agrícolas.

No es de extrañar que haya muchos trabajadores que se van por primera vez; muchos no sabían a dónde se dirigían ni qué iban a hacer. Otros, sin embargo, ya tenían décadas de experiencia. Hablamos con un hombre que se dirigía a Texas para su temporada número 36.

Después de la fila, íbamos a un hotel a dar talleres de sobre derechos laborales y sobre Contratados.org y a reunirnos con integrantes del Comité de Defensa del Migrante del CDM.

Aprovechamos cada oportunidad para platicar con las y los trabajadores. Eso significaba realizar talleres espontáneos en la calle sobre salud y seguridad, discriminación de género, y vivienda justa. Significaba escuchar las experiencias de las y los trabajadores. La gente a menudo hablaba sobre la familia a la que debían irse y el abuso que algunos habían sufrido. Algunas eran historias de lucha (salarios robados, lesiones en el lugar de trabajo, represalias), pero todas eran historias de poder.

Es difícil creer que solo estuvimos allí por 3 días. En total, conocimos a 5120 trabajadoras y trabajadores que ahora saben que tienen derechos. Son 5120 trabajadoras y trabajadores que ahora saben que pueden contar con nosotros.

Ya queremos regresar.